En estos días de patriotismo, de color rojo y blanco, escuchaba si se sentían orgullosos de ser peruano o se sentían orgullosos del Perú. Quienes hemos nacido en estas tierras, nos sentimos orgullosos de ambas palabras; probablemente más del Perú, por toda la historia que representa. Ese pasado construido entre 1200 a 1490 es insuperable. Después de ella, pocos hechos nos escarapelan la piel.
Nos han enseñado el patriotismo especialmente en julio. Y recordamos solo héroes, poquísimos, que lucharon contra españoles o chilenos. Y entonces, el patriotismo es sentirse orgulloso de guerras y combates, entonces debemos desfilar con gallardía.
Pero la patria no es solo guerras y combates, no es solo desfiles. Es esta costumbre, que la llevamos en la piel; porque cada vez que la oímos, la sangre recorre con rapidez para salir al encuentro. Esta costumbre que parece que iba a desaparecer por efectos de la globalización y la alienación, que nos viene con el cuento de la modernidad o desarrollo, que cada día la televisión nos atosiga . Felizmente, nuestra costumbre ha venido a Lima, a este "mounstro de mil cabezas", a buscar a sus hijos, a recatarlos. Y los ha encontrado en San Juan de Lurigancho, en el distrito más poblado del Perú. Ellos no se han negado y han empezado a "barbechar", a danzar. Primero Pedro García se desprendió de los prejuicios, luego Centeno, Wilson, ... y la pista de danza se empieza a llenar.
El danzar estos sones, el tun tun tun,... y el silbido del pinkullo no significan la simple diversión; representa el haber cumplido con las obligaciones satisfactoriamente, el reclamar a sus integrantes que se portaron mal y encaminarlos hacia el camino del bien, el compartir de quienes tienen más. Esto es patria en mi pueblo.
Un agradecimiento especial a Hermis por grabar la costumbre de Viñac. A Fidel y Alfonso Madueño, por haber traído el Corpus Cristhy a Wiñaccancha, para que nuestra costumbre acenstral reconquiste esta ciudad e impongamos nuestro yo.
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