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miércoles, 24 de julio de 2013

Añorando la fiesta

A las seis de la tarde, las luces empezaban a moverse desde distintos puntos. Unos venían desde Madeán, eran estrellas; otros aparecían de Florida, eran globitos. Algunos bajábamos de Tambopata, traíamos aviones o aves que movían las alas o la cabeza; otros venían de Apurí, Pirhuayoc, Esmeralda, ellos venían con otras sorpresas. Así empezaba la fiesta de las antorchas cada 24 de julio.

Días antes, nuestra creatividad partía de papel cometa y carrizos o alambres. Recuerdo que una vez hice un futbolista. Este movía las piernas y pateaba la pelota. En esa fecha, la selección peruana había derrotado a Uruguay y había conseguido su pasaporte al mundial España 82. Eso decía la radio. No había periódicos ni televisión. Entonces imaginarse era parte de la actividad intelectual. Mi futbolista pasó al anonimato para los célebres jurados que iban desde Lima. Por supuesto, ellos sabían cómo era el futbolista y mi imaginación: la cabeza de Sotil con cabello de Cubillas y piernas de Cueto, les parecía raro, extraño, fuera de toda realidad. No contrastaba con sus sabio conocimientos. Entonces mis largas noches de esfuerzo se esfumaron y quedé sorprendido cuando eligieron a un burro como la antorcha del primer puesto; aunque el burro parecía caballo o llama y tenía las piernas de un cabrito. el jurado creía que ese indefinible animal encarnaba a un animal oriundo. A veces, se tiene una percepción falsa y, a la vez, se tiene la autoridad para sugerir qué es bueno o malo.

En otra ocasión, presenté una ambulancia. Para entonces ya había "bajado" -como dicen los que en otro momento bajaron" a Lima. Ya conocía, como los jurados, la ambulancia. Este sí ganó el premio. Compalció la espectativa de los alienados evaluadores. Gracias a la antorcha tuve una fiesta agradable. En este concurso dejé en el camino a Justo, Vicente, Orlando (alias "Cachupín"), Tomás, Diego (mis 'patas' de toda aventura) y otros, que también hacían antorchas movibles. Creo si la televisión con sus programas y Lima con sus discriminaciones y modelos no hubiesen sido parte de nuestras vidas, la creatividad seguiría siendo nuestra mejor alternativa de progreso.

Entonces la antorchas se deslizaban por las dos únicas calles horizontales y cogían los extremos de esas cuatro calles verticales. Este pueblo de media docena de calles se alegraba con el bullicio infantil y las inocentes escaramuzas adolescentes. Los padres de familia recreaban sus días acompañando a su prole y olvidaban sus sudorosas vidas de campo.

A esta hora, ya se sabrá quién ganó el concurso de antorchas; aunque yo no sé si habrá fiesta patronal. En ese tiempo éramos más de 150 alumnos; ahora apenas llegan a 60 estudiantes. Qué estará haciendo a esta hora los pocos estudiantes, mientras yo me ahogo en palabras que me transportan al pasado.

Viñac

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