Por: Victor Vich.
En un reciente programa “Nada está dicho”, Renato Cisneros intentó preguntarle al congresista Pedro Olaechea por qué los empresarios peruanos tienen tanta mala fama en muchos aspectos, aunque muchos de ellos no se den cuenta. Discutiendo sobre los problemas (y lobbys) detrás de la ley de plásticos, el periodista hizo el siguiente comentario:
En un reciente programa “Nada está dicho”, Renato Cisneros intentó preguntarle al congresista Pedro Olaechea por qué los empresarios peruanos tienen tanta mala fama en muchos aspectos, aunque muchos de ellos no se den cuenta. Discutiendo sobre los problemas (y lobbys) detrás de la ley de plásticos, el periodista hizo el siguiente comentario:
“La percepción ciudadana sobre los congresistas que representan a
empresarios o de los empresarios, es que se trata de un sector
indolente, insensible, que vela más por sus intereses que por…”
Y, en ese momento, y con un tono muy tajante y autoritario, el congresista lo
interrumpió y dijo lo siguiente:
“Bueno es el sector que arma los 150 mil millones del presupuesto
de los ingresos del Estado…”
Ese es exactamente el problema: los empresarios en el Perú creen que
ellos “solitos” son los productores de la riqueza nacional. De
manera increíble, invisibilizan el trabajo de los miles de obreros
que realizan labor en sus empresas, fábricas o campos. Muchos de ellos creen que "son el todo".
Por ejemplo, si el sector agro-exportador es hoy una punta de la
producción nacional, eso no solamente se debe a las gestiones de los
dueños de las tierras (cada vez concentrada en pocas manos) sino,
además, a miles de trabajadores hoy llamados “mano de obra no
calificada” que trabajan más de ocho horas en sus campos; no
reciben CTS, tampoco gratificaciones, tienen solo 15 días de
vacaciones al año y ganan alrededor de 1000 soles. Ese sector, sin
embargo, contribuye a producir la riqueza de muchos otros, pero (bajo
esas condiciones y con esos sueldos) no puede aspirar al ahorro (y,
mucho menos, a tener una casa de playa, por ejemplo).
Todos los trabajadores del Perú somos partícipes y responsables de
esa cantidad de dinero que recibe como ingreso el Estado peruano.
Quienes no somos empresarios y solo tenemos nuestras manos o nuestra
voz para trabajar (soy solo un profesor), también contribuimos a
generar esa cantidad de la que habla el empresario-congresista Olaechea.
No hay que haber estudiado mucha economía para afirmar (y saber) que
la riqueza la produce la sociedad en su conjunto y no un solo sector
social. No hay que haber estudiado algo de lingüística o análisis
de discurso para observar como hoy los empresarios peruanos se
atribuyen - "ellos solitos"- en sus discursos el crecimiento económico
nacional y para notar cómo invisibilizan, en sus frases, el trabajo
realizado por otros, muchas veces en pésimas condiciones bajo su
propia responsabilidad. Muchos lo han comentado: buena parte de las
formas de acumulación capitalista en el Perú tienen bastante de "economía de enclave": por lo general dependen del trabajo barato y,
por supuesto, del mercado informal.
Es grave: que los empresarios peruanos ya no distinguen entre sus
intereses particulares y los intereses de los demás. No ven la
diferencia y eso se ha vuelto un problema para la conducción de la
nación. PPK es el ejemplo más claro (y triste) de ello. El modelo
que hoy los empresarios defienden se ha “naturalizado” tanto que
ellos los componentes de la confiep, solo razonan de esta manera: “Lo que es bueno para mis
intereses, es naturalmente bueno para todo el país”. Nuevamente,
es el mismo gesto: creen, de manera autoritaria, que el interés de
una parte -su parte- es el interés del todo.
Sin embargo, hasta una sociedad capitalista como la de los EEUU, a
través de su Departamento de Trabajo, ha condenado el actual régimen
laboral agroexportador; pues se trata, a todas luces, de una nueva
forma de "esclavitud". En realidad, los empresarios peruanos siguen sin
modernizarse, para aquello que no les conviene y no tienen reparo en
defender viejas prácticas esclavistas: el hoy recordado Aníbal
Quijano llamó a esto la “colonialidad de poder”. Por razones
históricas, los empresarios peruanos suelen construir sus negocios
apelando a la mano de obra barata, a la desregulación, la cual
siempre quieren generalizar hacia muchos otros rubros. La educación
privada funciona también así: los dueños de colegios y
universidades privadas están dispuestos a invertir en muchos rubros
menos en los sueldos de quienes realizan la labor más importante:
los profesores.
Un viejo filósofo húngaro, explicando las dinámicas de la
mercancía (ese sistema en el que se oculta buena parte de la
realidad) sostuvo lo siguiente:
“En la consciencia de los hombres el mundo aparece completamente
diferente de cómo es en realidad, desfigurada en su estructura,
arrancada de sus auténticas relaciones. Se precisa un trabajo mental
muy especial para que el hombre del capitalismo pueda traspasar esta
fetichización, para que tras las categorías materializadas
(mercancía, dinero, precio, etc) determinadoras de la vida cotidiana
de los hombres pueda comprender su auténtica esencia: las relaciones
sociales de los hombres entre sí.”
Pero, bueno, ya sabemos que a los empresarios peruanos no les
interesa la filosofía (y, algunos, hasta la desprecian). Ese tipo
de empresario ya nunca se pregunta qué es lo justo, sino solo cómo "maximizar sus ganancias". Olaechea no parece una mala persona en lo
privado pero, como muchos otros, dijo también que no se arrepentía
de haber votado por Keiko a pesar de que sabemos muy bien lo que eso
significa. Años atrás, el propio PPK bailó con ella, apoyándola,
en un mitin político. Es decir, muchos de los dirigentes de la confiep, están dispuestos a
entregarle el país a una clarísima red de narco-corrupción a costa de
que no les toquen un mínimo de sus intereses.
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Todo esto venía al caso de las discusiones en torno a la ley de
plásticos. Necesitamos “plazos razonables de ajuste” decía el
empresario, pero ya sabemos que en el Perú ese es un viejo truco:
una vez cumplido el plazo se activan todos los lobbys para pedir una
nueva extensión y así y así, y los verdaderos cambios siempre se
postergan a efectos de no pensar en el bien colectivo y en la simple
obsesión por maximizar ganancias. Hay miles de ejemplos sobre cómo
nunca se cumplen los acuerdos y sobre permanentes “pedidos” de
extensiones: el actual régimen laboral agrario, la reforma del
transporte, los PAMA medioambientales.
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