A pesar del coro de aduladores (políticos y periodistas) que le servían, el resto de la gente conocía muy bien su oficio: traficante de alcohol, tratante de blancas, prestamista y asesino. El equipo de abogados a su servicio, sumado a la coerción violenta que imponía a testigos eventuales y la facilidad que tenía de coimear a personajes claves en la policía y en la judicatura, le había permitido gozar una notoria impunidad. Hasta que le encontraron un flanco débil: la evasión de impuestos. Es decir, cayó en la cárcel no por sus numerosos delitos de sangre sino, casi por una trivialidad del capitalismo: robarle al Estado.
La detención, hace una semana en Nueva York, de Dominique Strauss-Kahn, el máximo capitoste de la asociación de bancos mundial; digo, el FMI, (Fondo Monetario Internacional), por presuntos delitos sexuales, ha dado pie para que la prensa occidental — dada la aparatosidad de la captura, (fue bajado de un avión a punto de alzar vuelo y llevado, con esposas, a una prisión de alta seguridad), — ensaye las más diversas interpretaciones del suceso: Que fue un complot, que una casualidad, que mala suerte, que el hombre siempre era un poco mano larga frente a la anatomía femenina. Por supuesto que también han dicho que era un gran político, un economista brillante y probable próximo presidente de Francia.
Uno, por su parte, ha apretado el mute, borrado los textos y me he quedado con la foto: Un mafioso, esposado y conducido por la ley a su sitio: la cárcel. No por los numerosos delitos que comete la elite mundial de banqueros; digo, robarle al Estado; sino por la presunta violación del honor sexual de una mujer; valor intangible para el FMI, que se encarga de cobrarnos a todos (en todas partes del mundo) una deuda que nunca hemos contraído, promoviendo y financiando el armamentismo, destruyendo empleos dignos y cerrando hospitales y escuelas.
Por supuesto, periodistas y políticos que viven de fabricarle la impunidad a la mafia de banqueros en el mundo jamás van a aceptar que esa es la función del FMI; pero no importa, como en los tiempos de Al Capone, la gente ya sabe a lo que se dedican.
En 1976, cuando a Milton Friedman le concedieron el Premio Nobel de Economía, la mano invisible del mercado era, de verdad, invisible y anunciaba un futuro de prosperidad. Tres décadas y media después han ocurrido eventos que han echado por tierra los escenarios invisibles. El socialismo realmente existente de la Unión Soviética, de verdad había sido tan invisible como la mano fantasma de Friedman, no existía y por lo tanto colapsó.
Por su parte, la prosperidad anunciada por la mano que no se mira del capitalismo también ha fracasado, como todas las vertientes del comunismo. La economía de los Estados Unidos está en bancarrota, solo que, —por mero formulismo— no se quieren declarar en quiebra; pero lo cierto es que tienen empeñada hasta la camisa; y sus dólares no salen como antaño de su inventiva y enorme capacidad industrial; sino que salen como palomas de sus fotocopiadoras.
Ahora resulta irónico que la oligarquía peruana, en defensa de sus intereses apele en tiempos electorales, a infundir el temor de que sus oponentes solo pueden traer el retorno al pasado; como si su modelo fuese un pasaje al futuro y a la prosperidad del Primer Mundo, ocultando a los electores que aquel mundo ya no existe, porque gracias a su Sistema/Modelo, todos los mundos han descendido al Tercer Mundo.
Dueños como son de la televisión y la prensa, han hecho de su modelo un icono sacrosanto y piden que no se le toque. Dicen que es de crecimiento y debe ser verdad. En el Perú se han multiplicado los Malls y las tarjetas de crédito. No es una burbuja crediticia, juran. También juraba Zapatero, —el presidente de España—, antes de la crisis, que “La economía es un estado de ánimo”. Léase, si todos creen que está bien, entonces la economía esta requetebién. No importa que la economía crezca de verdad sino que la gente crea que está creciendo.
Pero no se vive de creencias. Al momento de escribir este post, decenas de miles de jóvenes en España y en las principales capitales europeas han tomado las plazas centrales, (emulando La Revolución Egipcia en la Plaza Tahrir, ver ¡Viva Egipto!,¡que viva el caos! ), negándose a participar en la democracia fraudulenta de un sistema fallido, un modelo fracasado que les ha quitado el futuro a los jóvenes. Su objetivo es la caída de la Santísima Trinidad de la Mafia/Sistema: políticos, banqueros y medios de comunicación.
Al capone solo estuvo 7 años en prisión, salió con la salud mental muy deteriorada; terminó sus días agobiado por delirios de persecución y viendo comunistas/chavistas hasta en la sopa.
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