A Víñac y gente que ama a Víñac


sábado, 23 de febrero de 2013

Viajando en el Atoj

La claridad de la mañana me sorprendió en la cama. Recuerdo que tengo previsto viajar a Viñac. Ingreso apresurado a tomar contacto con el agua. Salgo a la avenida para dirigirme al Cañetano. Este, mientras llama a sus pasajeros entre Jirón Montevideo y Abancay, me permite comprar un trozo de papaya como desayuno.

Luego de dos horas y media de movimiento, el Cañetano comunica que hemos llegado a la agencia de Cañete. No es el lugar que hace cinco años encontré. Arrastro mi maleta y pregunto al primer mototaxista, quien por dos soles promete llevarme a la agencia de El Atoj, con destino a Viñac Yauyos. El mototaxista, avanzando tres cuadras y uno a la derecha, me dice: "Aquí es". Pude haber caminado, pero ya me topé con el  "vivo" de Cañete.

En la boletería está un hombre canozo, bajo de estatura, el siempre candidato a la alcaldía. Me pregunta a qué familia pertenezco, que si sé quién es él, que desde cuándo no viajo a Víñac, mientras escribe mi nombre en el boleto con destino a Víñac. Veo que ha escrito el asiento número 34, en tanto esquivo los paquetes tendidos que sus dueños, mis ocasionales acompañantes, organizan. Busco a algún conocido, especialmente del barrio de Tambopata. Hay algunas jovencitas casamenteras en risueña plática con los jóvenes de su edad, que con celular en mano tratan de impresionarlas, todos ellos con el sello del clima y el sufrimiento de la zona. En la puerta del bus encuentro a un hombre alto y corpulento, en comparación al boletero, y le pregunto si puedo llevar un par de costales. Con total amabilidad, me invita a traer los sacos que quiera.

Los pasajeros reclaman la hora de partida. Ya han pasado 15 minutos y el asiento del chofer está vacío, mientras los "cholillos" siguen subiendo, sudor a sudor, paquetes al techo. Trato de ubicarme en mi asiento que presenta el respaldar movido. El fierro que soporta a la altura de la cintura está desoldado casi de la mitad, justo en dirección a la columna. Estoy esperando que venga el ayudante para indicarle cómo puede mejorar mi asiento.

Después de cuarenta minutos, empieza el movimiento del bus. Los pasajeros se han ubicado en sus asientos o sobre sus paquetes. Comienza a hincarme los fierros del asiento. A veces, en un bache estos se juntan como las muelas de algún animal y siento la mordida artificial. Estamos en Nuevo Imperial y no puedo lanzar mi cuerpo hacia atrás. La señorita del asiento 33, compadecido de mi incomodidad, me invita a ocupar parte de su respaldar. Así, parece que el viaje va ser agradable, aunque no sé cuánto soportará ella, especialmente, cuando me quede dormido. No la conozco pero ya estamos piel a piel juntos, conversando de sensibilidad a sensibilidad, de neurona a neurona.

En el camino, encontramos más pasajeros y ellos tienen que subir. A veces, traen paquetes muy pesados que los ayudantes, sacando fuerzas de sus flácidos brazos deben levantar hasta el techo del bus. A estas horas, el desayuno ya se les acabó y el almuerzo cuánta falta les hace. Algunas señoras, en son de broma, recomiendan al chofer echar 'más papa al caldo'.

En el cruce del puente hacia la quebrada de Huangáscar, se siente la caída de la lluvia. Curvas más arriba, las gotas se hacen presente al interior del bus. Oh sorpresa, a la altura del asiento 33 las goteras nos obliga a ponernos de píe. Llegamos a Huagáscar, voy parado porque mi asiento muerde y al costado hay una ducha. La lluvia se hace más intenso y nos preocupa si el carro llegará a Viñac, ya que la carretera se hace más resbaladizo. Felizmente, el chofer está hecho para esta ruta, siempre lidia en este clima, para él no hay preocupación.

La intesidad de la neblina permite ver a tres metros delante del bus, vamos, más que observando la carretera, por conocimiento y recuerdo del chofer de los recovecos de esta ruta. Y llegamos. Son las seis de la tarde y los paquetes se mezclan con el lodo. No hay taxi ni ambulancia para que nos lleve hasta Tambopata, estos han viajado a Cañete. Felizmente, mi primo Elvich ha contratado, vía celular Claro - el único que transmite los mensajes-, desde Chillaca los servicios de tres motos lineales. Antes caminaba una hora, ahora ya no.

2 comentarios:

  1. QUE BUENA ROMULO. ME GUSTA ESTE RELATO QUE COMO SIEMPRE HASTA CUANDO ESPERAR MEJORAS DE ESTA EMPRESA.

    SALUDOS.

    FROM: SAIGON CENTER.

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  2. El paseo en bus desde Cañete a Viñac es una experiencia inolvidable, ancestral y nunca mejora. Allí vas, entre costales, galosina, animales, sudores a olores de meses.

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Viñac

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