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martes, 14 de octubre de 2014

Los indígenas debemos enseñar cómo gobernar a los blanquitos

"Jefazo" del mundo indígena, adalid de los campesinos, líder del sindicalismo urbano y referente de la izquierda intelectual. 

Con su habilidad para tejer alianzas, Evo Morales se convirtió en el presidente más popular de Bolivia y del hemisferio. Su propia imagen y discurso son un cóctel de conceptos e identidades en el que reside el secreto de su carisma. 
Masca coca ancestral y juega al fútbol europeo, viste ropas occidentales con toques tribales, lo mismo cita al rebelde indígena Túpac Katari que al líder cubano Fidel Castro.
"Evo Morales es la quintaesencia del mestizaje boliviano", lo definió hace poco el ex presidente boliviano Carlos Mesa. 
Sus defensores lo ensalzan como un presidente humilde y trabajador, que viaja incansable por todos los rincones de la nación sudamericana para inaugurar obras, reunirse con movimientos sociales y escuchar a su pueblo.
Pero sus enemigos ven a un caudillo despótico y sectario que amenaza la democracia, y se avergüenzan de sus salidas de tono, como cuando aseguró que las hormonas femeninas de los pollos podían "desviar" a los hombres.
Las últimas encuestas le dan una intención de voto del 60%, luego de que su popularidad se recuperara del caótico manejo de unas recientes inundaciones, las violentas protestas mineras, una insólita huelga militar y algunos escándalos de corrupción que salpicaron a su entorno más cercano.

"Antes decían que los indígenas solo servíamos para votar, pero no para gobernar. Casi nueve años y les hemos enseñado cómo se gobierna", dijo el mandatario en su multitudinario cierre de campaña el miércoles en El Alto.

DEL CAMPO DE FÚTBOL AL CAMPO DE COCA
Hijo de campesinos de la empobrecida comunidad aimara de Isallavi, en Orinoca, el joven Evo pasó su infancia pastoreando llamas y fantaseando con debutar en la primera división del fútbol boliviano mientras repelaba las cáscaras de fruta que le arrojaban los viajeros que cruzaban la cordillera andina.
Con 13 años, mostró su potencial de liderazgo al fundar el Fraternidad, un equipo del que era entrenador, capitán y árbitro. En su adolescencia se mudó a la ciudad, donde fue ladrillero, panadero y trompetista para pagarse el bachillerato que nunca terminó. También probó, sin suerte, en el fútbol profesional.
"No tuve entrenador y, especialmente, (mi problema fue) la alimentación", se excusó Morales, comilón confeso y adicto a la sopa.
Puede que el fútbol no le diera la fama en los campos del altiplano, pero le abrió las puertas del sindicalismo en los campos de coca del trópico, donde se mudó en la década de 1980 con su familia, arruinados por las heladas.
En esa época presenció impotente cómo unos militares borrachos quemaron a un campesino y decidió involucrarse en la vida sindical, pasando en pocos años de secretario deportivo a liderar las poderosas federaciones cocaleras de El Chapare.

GANAR NO ES GOBERNAR
Al grito de "kausachun cocha, huanuchun yanqui" (viva la coca, muera el yanqui), Morales se convirtió en símbolo de resistencia contra las políticas de "Coca Cero" impuestas por La Paz con el beneplácito de Washington y forjó sus credenciales "antiimperialistas" con cientos de marchas campesinas, bloqueos de carreteras y enfrentamientos con la policía.
Su agitada vida lo mantuvo soltero, aunque tuvo dos hijos de dos mujeres distintas. 
"Alguna vez me dije: tanta gente me quiere, pero no me quiere una mujer. Yo les proponía matrimonio y me decían: 'No, te van a matar'", confesaba en un libro el dirigente, acusado de machista y mujeriego.
Morales cambió las piedras por los votos y finalmente conquistó la presidencia en 2005 al frente del Movimiento Al Socialismo (MAS), una poderosa alianza de políticos de izquierda, movimientos sociales e indígenas, empresarios y sindicalistas de la que es entrenador, capitán y árbitro.
Evo volvió a demostrar que "es más fácil convencer en las urnas que gobernar en palacio".

Batallas ganadas y perdidas en su "revolución democrática"

En sus casi 10 años de "revolución democrática", Evo ha ganado muchas batallas políticas, como la nacionalización de empresas estratégicas, la aprobación de una nueva Constitución e incluso un conato de separatismo en el oriente del país.
También ha perdido otras, como su polémico proyecto de carretera a través de la selva boliviana, la reducción de los subsidios a la gasolina y sus promesas de modernizar la burocracia, la salud y la justicia. 

Sin duda, hoy Bolivia no es lo que era hace apenas hace ocho años atrás... repasemos:
Los logros de EVO
Hoy este país hermano es el que más crece económicamente en nuestro continente, el que cambió para siempre reivindicando como nadie las culturas originarias de su país, el que multiplicó por nueve sus Reservas Internacionales Netas (RIN) pasando increíblemente de 1,700 a 15,500 millones de dólares en los últimos años, constituyendo actualmente 51% de su PBI, es decir, de los más elevados del mundo, así como lo oye; el que incrementó su Producto Bruto Interno de 7,000 a más de 30,000 millones de dólares, el que hoy entrega bonos de apoyo para estudiantes, ancianos y poblaciones vulnerables, el que erradicó y convirtió a Bolivia en un país libre de analfabetismo, el que redujo notoriamente los índices de pobreza y pobreza extrema como nunca antes se hizo, el que hoy se da el lujo de tener su propio gran satélite espacial al servicio de la medicina y educación sobretodo para las comunidades campesinas, el que ahora tiene como transporte público tres líneas de modernos y lujosos teleféricos que comunican a las poblaciones de El Alto con la ciudad de La Paz, el que ya anunció su pronta incursión en la Energía Nuclear con fines médicos y alimenticios, el mismo que con valentía y dignidad envidiable reestructuró los contratos con las empresas trasnacionales de energía e hidrocarburos favoreciendo e incrementando holgadamente los ingresos del Estado boliviano, el mismo que expulsó a la DEA, a la USAID y al mismísimo embajador norteamericano por dedicarse a realizar acciones de sabotaje y espionaje contra su gobierno, etc. etc.

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